CREATIVOS, súper historias productivas (I)
El oficio de manipular el cuero animal para la confección de prendas de vestir y artículos destinados a los vaqueros llegó a la vida de Manuel María Espín Cóndor cuando él tenía 15 años. Desde entonces esta actividad artesanal es el eje de su vida. En ella encontró la fuente de ingreso permanente para sostener a su familia. A sus 75 años sigue confeccionando para los ‘chagras’. Le preocupa que el oficio desaparezca, no por la falta de demanda, sino por el desinterés juvenil de aprender esta actividad.
En medio de un taller donde se aspira el olor a cuero curtido y de cuyas perchas parecen desbordarse chompas, zamarros, metros de beta enrollada, guantes de box, relinches y estribos, Manuel se revela como un apasionado de armar una montura de caballo.
“Me ilusiona hacer una montura”, dice. Señala que el costo de uno de estos artículos puede ir desde los 1.000 a los 2.000 dólares, dependiendo de los acabados y el material. El tiempo para su confección va de 15 días a un mes. Sus clientes solicitan con frecuencia el grabado de sus nombres para personalizar el objeto o alguna marca personal que los identifique.
Convencido del esmero y calidad de su trabajo, manifiesta no haber recibido reclamo alguno en las cinco décadas dedicadas a este arte, e identifica a la tradicional familia Grandes, oriunda del cantón Sigchos, como uno de sus clientes frecuentes.
Los meses anteriores a las festividades latacungueñas la demanda en la talabartería Espín se incrementa. Metros de ‘cabresto’ o beta son solicitados por quienes acostumbran participar en las comparsas vestidas de ‘carishinas’, así como numerosos zamarros que son vestidos por los bailarines de grupos de danza folklórica.
El zamarro es la prenda predilecta de los ‘chagras’ y su costo oscila entre los 80 y 250 dólares. Los más económicos son pequeños y confeccionados en cuero de borrego mientras que los grandes y elaborados en cuero de chivo de pelaje largo son los más costosos, precisamente por la escases de cuero animal con esas características.
Manuel aprendió el oficio de su pariente Luis Culqui cuando corría la década de 1955, sin sospechar que años más tarde este trabajo seguiría fortaleciendo los lazos familiares. Dos de sus hijos aprendieron el trabajo artesanal de manipular el cuero y uno de ellos montó otro taller en el centro de Latacunga.
Por el taller de Manuel Espín han pasado cinco personas que han aprendido este arte, quienes ahora son cinco nuevas historias productivas que se desarrollan en Latacunga, Machachi y Quito.
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