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Lunes, octubre 16, 2017
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El pueblo está solo

ECUADOR (O) | Juana está preocupada, no entiende nada de lo que está pasando, oye las noticias en la radio y en la televisión y cuando sí entiende, se pregunta: ¿Será verdad? ¿Por qué si alguien se ofrece para hacer un trabajo tiene que pagarle a alguien para que se lo den? Ella siempre supo que es al revés: el que lo contrata le paga después de que hizo la tarea. A Pedro, que ahora por la necesidad es jardinero, le pagan cada semana después de que arregla el jardín, y él no pagó a nadie para que lo contrataran.

Por: Nila Velásquez

Tomado de Diario EL UNIVERSO  (O)

Tampoco entiende qué son esas cantidades que dicen que pagan, ella aprendió que un millón era muchísimo y cuando hablan de varios millones, trata de imaginar cómo y dónde podrían guardar tantas monedas, tampoco logra imaginar cómo y en qué gastarlas. Total, se necesita una casa para vivir, comida para alimentarse, dinero para los gastos de la escuela de los chicos y para los remedios cuando se enferman. También, claro, ropa y zapatos. Y entonces sueña, si tuviera un millón de monedas podría tener una casa en la que los chicos tuvieran un cuarto para cada uno, podría comprarles más de una camisa para el uniforme del colegio y dos pares de zapatos para que cuando llueva y lleguen caminando desde donde los deja el alimentador, puedan cambiárselos por unos secos. Lo mejor sería que resultaría más fácil pensar en qué van a comer cada día y hacerlo completo tres veces al día. Y sueña, tal vez Jéssica, la mayor de las chicas, podría ir a la universidad y ser doctora, y Pedrito, un ingeniero. Se sentiría muy bien si algún día los vecinos hablaran de ella como la mamá de la doctora y a Pedro le encantaría que le preguntaran por su hijo, el ingeniero. No sabe para cuánto servirá un millón y decide dejar de soñar, apurarse lavando la ropa para que alcance a secarse y terminar la comida a tiempo. ¿Alcanzará para ir al cine?, se pregunta y se responde, claro que sí, son muchas monedas. Y seguro que por eso no tienen dónde guardarlas y hasta las mandan a otros países, según dicen, pero ella cree que, en realidad, es para que no los descubran.

Pero ya mismo llegan y no ha comprado la cola. Va corriendo a la tienda, donde el tema obligado es el dinero que se han llevado algunos funcionarios. Pone mucha atención y ahora sí entiende clarito que algunos han pasado las cuentas como que las cosas que han hecho costaran más y se han llevado el sobrante. Es como si ella le dijera a Pedro que la carne cuesta más para quedarse con lo que sobra. Pero eso es horrible, piensa, ¿cómo va a guardarse dinero que es para toda la familia, solo para ella? ¿Y cómo va a guardarse dinero que es de todos y que serviría para solucionar muchos problemas? ¿Y eso no es lo mismo que robo?, se pregunta.

Ahora que entiende, Juana está a punto de llorar, se siente engañada, traicionada y triste. Ella sabe que los políticos son los que manejan el país y los demás dependen de lo que hagan, no volverá a creer en ninguno. El pueblo está solo, se dice y con esa sensación de abandono vuelve a su rutina, donde, en contraste, faltan las monedas.

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